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dissabte, 11 de gener del 2014

Annex 8: Els déus de l'amor. Exercicis_Curs de Mitologia i Cultura Occidental

Per a qui vulgui seguir el curs "Pervivencia de la Mitología Clásica en la Cultura Occidental", un MOOC de MiríadaX impartit per la Universitat de Cantabriaaquí aniré desgranant el que vaig aprenent lliurement. El curs és originàriament en espanyol i quan l'he trobat ja era tancat i no hi ha data de reposició. 

Tot i així, a Unican, trobem una assignatura de Mitologia clàssica de la que, dedueixo, s'ha extret el contingut del MOOC. Per tant, el que he fet ha estat anar seguint el contingut dels mòduls de l'assignatura i enriquir-la amb els vídeos del MOOC que trobem al canal d'Unican a Youtube. 

En aquest mòdul 4 sobre els déus de l'amor trobem 3 exercicis: un seminari sobre Dionís, textos d'Homer i Eurípides i un test interactiu. 

1. Seminari sobre Dionís/Bacus

En aquest seminari coneixerem el mite i l'arquetip que representa, la seva funció espaial i la seva duració cronològica.

Origen i vida de Dionís

Neix de Zeus i Persèfone però és recriat al ventre de Sèmele. Després, però, es "replantat" a la cuixa de Zeus. És criat per Ino i Atamante, embogides per Hera. Després va ser criat per les nimfes de Nisa. Un cop adult, Hera fa que es torni boig i recórre Egipte, Síria, Frígia, Tràcia i la Índia. Introdueix les bacanals a Tebes. A Naxos aconteix l'episodi dels pirates i la boda amb Ariadna. En una apoteòsis, passa de l'Hades a l'Olimp. 

El culte orgiàstic

Dionisíaques, orgies o bacanals. 
El seus atributs són el pàmpol, l'heura i un carruatge tirat per panteres. Va vestit amb pells de cabró i els seus objectes rituals són la flauta, les castanyoles i el tirs. El seguici el formen bacants, mènades, sàtirs i Pan, que segueixen el carruatge. L'èxtasis caracteritza les dionisíaques: contorsions, vi i sexe. 

Simbologia

Divinitat masculina de la fertilitat
L'instint irracional 
Viure sense restriccions i trencar convencions
Festes de la lliberació 
Culte orgiàstic i llibertat individual

Difusió a Roma

Assimilació amb el Liber Pater
Contrast amb la moral romana: senat De Bacchanalibus
Acceptació popular del vi dins la tríada mediterrània
Difusió en cercles restringits (Villa dels Misteris de Pompeia)
Influència en cercles cultes romans: Marc Antoni i Antonins.
Pervivències en la llengua: bacanal, Dionís; en la pintura: quadres del XVI i XVII



• Fonts:
–Tablilla de Lineal B (Pilos)
Iliada (Canto VI), Hesíodo (Teogonía)
–Himnos homéricos
– Eurípides (Las Bacantes)
Higino
ApolodoroDiodoro SículoPausanias (siglo II d.C.)
Cicerón (De natura deorum), Tito Livio
Plutarco (120 d.C.), Nonno de Pannópolis

• Bibliografia
Buxton, R.: Todos los dioses de Grecia. Madrid, Oberón, 2004.
Conti, N.: Mitología. Murcia, universidad de Murcia, 2006.
Eurípides.: Las bacantes. Madrid. Alianza Editorial, 1990.
Grimal, P.: Diccionario de mitología de Grecia y Roma. Madrid, Gredos, 1975.
Humbert, J.: Mitología griega y romana. Barcelona, 1985.

2. COMENTARIO SOBRE HIMNOS 
HOMÉRICOS Y DE EURÍPIDES

1. Himne a Afrodita
Cuéntame, Musa, las acciones de la muy áurea Afrodita, de Cipris, que despierta en los dioses el dulce deseo y domeña las estirpes de las gentes mortales, a las aves que revolotean en el cielo y a las criaturas todas, tanto a las muchas que la tierra firme nutre, como a cuantas nutre el ponto. A todos afectan las acciones de Citerea, la bien coronada.
Tres corazones hay, sin embargo, a los que no puede persuadir ni engañar.
A la hija de Zeus egidífero, a Atenea, la de ojos de lechuza. Pues no le agradan las acciones de la muy áurea Afrodita, sino que le atraen las guerras y la acción de Ares, combates y batallas, así como ocuparse de espléndidas labores. Fue la primera que enseñó a los artesanos que pueblan la tierra a hacer carrozas y carros variamente adornados de bronce. Fue ella también la que les enseñó a las doncellas de piel delicada, en sus aposentos, espléndidas labores, inspirándoselas en el ánimo a cada una.
Tampoco a la estrepitosa Ártemis, la de las áureas saetas, la somete jamás al yugo del amor la risueña Afrodita. Pues le agrada el arco, abatir fieras en los montes, las forminges, los coros y los penetrantes griteríos de invocación, así como las arboledas umbrías y la ciudad de varones justos.
Tampoco a la venerada virgen le agradan las acciones de Afrodita, a Hestia, a la que engendró la primera Crono, el de curva hoz, y después la última, según el designio de Zeus egidífero; la augusta deidad a la que pretendían Posidón y Apolo. Pero ella no consentía en absoluto, sino que los rechazó con firmeza y pronunció un solemne juramento, que, en efecto, se ha cumplido, tocando la cabeza del padre Zeus egidífero: que sería virgen el resto de sus días, divina entre las diosas. El padre Zeus le concedió un hermoso privilegio en vez de las bodas, así que ella se asentó en el centro el hogar, recibiendo así la grasa de las ofrendas. En todos los templos de los dioses es objeto de honor y entre todos los mortales se la tiene por la más venerable entre las diosas.
A los corazones de éstas no las puede persuadir ni engañar.
Pero de las demás nada ha podido sustraerse a Afrodita, ni entre los dioses bienaventurados, ni entre los hombres mortales. Ella le arrebata el sentido incluso a Zeus que se goza con el rayo, él que es el más grande y el que participa del mayor honor. Engañando cuando quiere sus sagaces mentes, lo une con la mayor facilidad a mujeres mortales, haciéndolo olvidarse de Hera, su hermana y esposa, que es con gran diferencia la más excelsa en belleza entre las diosas inmortales. Como que la tuvieron como su hija más gloriosa Crono, el de curvada hoz, y su madre, Rea. Y Zeus, conocedor de imperecederos designios, la hizo su esposa venerable y diligente.
Pero también a ella misma Zeus le infundió en su ánimo el dulce deseo de unirse a un varón mortal, para que, cuanto antes, ni siquiera ella misma estuviese alejada de un lecho mortal, y así no pudiera decir, jactanciosa, entre todos los dioses, sonriendo dulcemente la risueña Afrodita, que había unido a los dioses con mujeres mortales, y que les habían parido hijos mortales a los inmortales, y que asimismo había unido a diosas con hombres mortales.
Así que le infundió en el ánimo el dulce deseo de Anquises, que por entonces en los elevados montes del Ida, pródifo en veneros, apacentaba sus vacas, semajante en su porte a los inmortales. Nada más verlo, la risueña Afrodita se enamoró de él, y desaforadamente se apoderó de su ánimo el deseo.
Encaminándose a Chipre penetró en su fragante templo, en Pafos, donde tiene un recinto y un altar perfumado. Allí empujó al entrar las resplandecientes puertas y allí las Gracias la bañaron y la ungieron con el divino aceite que cubre a los dioses que por siempre existen, de ambrosía, exquisito, que se había perfumado para ella. Preciosamente ataviada con toda su hermosa vestimenta sobre su cuerpo, y adornado de oro, la risueña Afrodita se encaminó presurosa a Troya, tras abandonar el huerto fragante, haciendo raudamente su camino por las alturas, entre nubes.
Traducción de A. Bernabé Pajares. Himnos homéricos. Gredos, Madrid, 1978.

2. Himne a Deméter
De seguro habría hecho perecer a la raza toda de los hombres de antaño por la terible hambre, y habría privado del magnífico honor de las ofrendas y sacrificios a los que ocupan olímpicas moradas, si Zeus no se hubiese percatado y lo hubiera meditado en su ánimo.
Lo primero, envió a Iris la de áureas alas, a llamar a Deméter, la de hermosa cabellera, la de seductora belleza. Así se lo ordenó. Ella obedeció a Zeus Cronión, amontonador de nubarrones, y recorrió raudamente con sus pies el trayecto. Llegó, pues, a la ciudadela de Eleusis, fragante de incienso, y encontró en el templo a Deméter de oscuro pleplo.
Dirigiéndose a ella le dijo aladas palabras:
 -¡Deméter! Te invita el padre Zeus, de imperecederos conocimientos, a que vayas junto a la estirpe de los dioses sempiternos. Ve, pues, y que no se vea incumplido este mensaje mío, que viene de Zeus.
 Así dijo, suplicante, pero no persuadió el ánimo de aquélla.
Luego, el padre iba enviándole a los dioses bienaventurados que por siempre existen. Llegándose a ella, uno tras otro la invocaban y le ofrecían muchos hermosísimos presentes y las honras que quisiera conseguir entre los inmortales. Pero ninguno podía persuadir su mente ni su ánimo, irritada como estaba en su corazón, sino que rechazaba con dureza sus palabras. Aseguraba, en efecto, que de ningún modo regresaría al fragante Olimpo ni dejaría medrar el fruto de la tierra hasta que viera con sus ojos a su hija de grácil rostro.
Así pues, cuando oyó eso Zeus tonante, cuya voz se oye de lejos, envió al Érebo al Argicida de áurea varita, para que, tras convencer a Hades con suaves palabras, trajera a la sacra Perséfone desde la nebulosa tiniebla hasta la luz, entre los dioses, a fin de que su madre, al verla con sus ojos, cesara en su cólera.
Hermes no desobedeció, sino que en seguida se lanzó raudamente bajo las profundidades de la tierra, tras abandonar la sede del Olimpo
Y encontró al soberano, que se hallaba dentro de sus moradas, sentado en un lecho con su venerable esposa, muy contrariada por la nostalgia de su madre. Ella, ante las intolerables acciones de los dioses bienaventurados, fraguó su terrible plan.
Deteniéndose cerca de ellos, dijo el poderoso Argicida:
-¡Hades de oscuro cabello, soberano de los que han perecido! Zeus, el padre, me ordena llevarme a la augusta Perséfone fuera del Érebo, junto a ellos, para que su madre, al verla con sus ojos, haga cesar su cólera y su terrible rencor contra los inmortales. Pues medita una tremenda acción: aniquilar las impotentes estirpes de los hombres que sobre la tierra nacen, ocultando bajo la tierra la semilla, y arruinando así las ofrendas debidas a los inmortales. Terrible es el rencor que guarda. Ni siquiera se reúne con los dioses; sino que, lejos de ellos, dentro de un templo fragante de incienso, permanece sentada, ocupando la escarpada ciudadela de Eleusis.
Así dijo. Sonrió el Señor de los muertos, Aidoneo, con un gesto de cejas, y no desobedeció los mandatos de Zeus soberano, sino que ordenó sin tardanza a la prudente Perséfone:
-¡Aquí, hija! Te llama Zeus tonante, cuya voz se oye de lejos, para que vayas junto a las estirpes de los dioses. Prometió que te daría las honras que quisieras entre los dioses inmortales. Accedió asimismo a que tu hija permaneciera la tercera parte del transcurso del año bajo la nebulosa tiniebla, <pero las otras dos junto a ti y a los demás> inmortales. <Aseguró que esto se cum> plirá y lo confirmó con una señal de su cabeza. Así que ven, hija mía, y obedécele. No sigas constantemente irritada, fuera ya de lugar, contra el Cronión amontonador de nubarrones, sino haz crecer en seguida el fruto que da la vida a los hombres.
Así habló. y no desobedeció la bien coronada Deméter. En seguida hizo surgir el fruto de los labrantíos de glebas fecundas. La ancha tierra se cargó toda de frondas y flores. Y ella se puso en marcha y enseñó a los reyes que dictan sentencias, a Triptólemo, a Dioeles, fustigador de corceles, al vigor de Euroolpo, y a Céleo, caudillo de huestes, el ceremonial de los ritos y les reveló los hermosos misterios [a Triptólemo, a Polixeno y además de ellos, a Diocles,] misterios venerables que no es posible en modo alguno transgredir, ni averiguar, ni divulgar, pues una gran veneración por las diosas contiene la voz. ¡Feliz aquel de entre los hombres que sobre la tierra viven que llegó a contemplarlos! Mas el no iniciado en los ritos, el que de ellos no participa, nunca tendrá un destino semejante, al menos una vez muerto, bajo la sombría tiniebla.
Así pues, cuando los hubo instruido en todo la divina entre las diosas, se pusieron en marcha hacia el Olimpo a la asamblea de los demás dioses. Allí habitan, junto a Zeus, que se goza con el rayo, augustas y venerables.
¡Muy feliz aquel de los hombres que sobre la tierra viven a quien ellas benévolamente aman! ¡En seguida le envían a su gran morada, para que se asiente en su hogar, a Pluto; que concede a los mortales la riqueza!
Pero, ¡ea!, vosotras que poseéis el pueblo de Eleusis fragante de incienso, Paros, ceñida por el oleaje y la rocosa Antrón: augusta soberana de hermosos dones, Deó, dispensadora de las estaciones, tú y tu hija, la bellísima Perséfone. concededme, benévolas, en pago de mi canto la deseada prosperidad, que yo me acordaré también de otro canto y de ti.
Traducción de A. Bernabé Pajares. Himnos homéricos. Gredos, Madrid, 1978.

3. Text d'Eurípides (Les bacants)
Refieren la oposición de Penteo a celebrar Bacanales, su muerte y la enseñanza que pronuncia Dioniso al final
EL CORO
¿No respetas a la piedad venerable, ¡oh extranjero!, ni a Cadmo, el que sembró los hijos de la Tierra? ¿Cómo siendo tú hijo de Equión deshonras así tu linaje?
TIRESIAS
Cuando el sabio encuentra ocasión oportuna, no es difícil que hable bien. Voluble es tu lengua como de hombre sagaz, pero insensatas tus palabras. El atrevido, como sea poderoso y elocuente, perjudica más que aprovecha si le falta el juicio. Este dios nuevo, de quien tú te burlas, ha de ser tan grande en la Grecia, que yo no puedo expresarlo. Dos dioses, ¡oh joven!, son los principales entre los hombres: Ceres, la Tierra es, llámala como quieras, que les da alimentos secos, y en segundo lugar, y distinto de ella, el hijo de Sémele, que inventó el llamado licor de la uva y quiere divulgarlo entre los mortales, librándolos de dolores en sus infinitas miserias cuando de él se hartan, y entregándolos al sueño, olvido de los males cotidianos. Ningún otro filtro es tan poderoso para desterrar sus cuidados. Con este mismo dios se hacen libaciones a los demás, para que, intercediendo él, seamos dichosos. ¿Te ríes de que Júpiter lo haya guardado en su muslo? Te lo explicaré de la mejor manera. Después que lo libró del fuego fulmíneo y llevó al Olimpo al recién nacido, quiso Juno expulsarlo del cielo; pero Júpiter se valió de cierta astucia, digna de un dios. Cortando parte del aire que rodea a la tierra, lo transformó en Baco y lo dió en rehenes a Juno para evitar disputas, y después dijeron los hombres que acabó de formarse criado en el muslo de Júpiter, alterando la palabra por el motivo indicado, y fingieron esa fábula. Es dios adivino, porque el mismo desorden y la locura que produce ayudan a profetizar. Cuando se apodera de nosotros nos obliga a predecir lo futuro, haciéndonos perder la razón. También se asemeja a Marte, que aterra a los ejércitos armados puestos en orden de batalla, antes de acometer con la lanza: también este furor es obra de Baco. Algún día le veréis en las rocas de Delfos danzando con antorchas en su peñasco de dos puntas, y vibrando y sacudiendo el báquico ramo. No dudes que será grande en la Grecia. Obedéceme, pues, Penteo; no creas que el mandar vale algo entre los hombres, ni, si lo crees –vana es tu opinión– te tengas por sabio; acoge al dios en tus dominios, y ofrécele libaciones, y celebra bacanales, y corona tu cabeza. Baco no incita a las mujeres a ser deshonestas, al contrario, según la naturaleza de cada uno, enseña siempre en todo la continencia. Considera que, aun en las bacanales, la que es casta no se pervierte. ¿Ves? Tú gozas cuando vienen muchos a tus puertas y ensalza la ciudad el nombre de Penteo, y él, a mi parecer, gozará también cuando le tributan honores. Así, yo y Cadmo, a pesar de tus burlas, nos coronaremos de hiedra y danzaremos ancianos los dos y de cabellos blancos, y por mi parte no resistiré al dios arrastrado por tus consejos. Deliras de la manera más desdichada, y no hay remedio que pueda sanarte, y si no empleas los indicados cierta es la ruina.
 EL CORO
¡Oh anciano, tus palabras no deshonran a Febo, y eres prudente adorando a Bromio, dios grande!
CADMO
Buenos, ¡Oh hijo!, son los consejos de Tiresias; imítanos y no desprecies las nuevas leyes. Tu entendimiento se ha extraviado y tu razón es sinrazón. Aun cuando no sea dios, corno dices, afírmalo, sin embargo, y miente en honra suya, y se creerá que Semele le dió a luz, y no padecerá nuestro linaje. ¿No recuerdas la mísera muerte de Acteón? Devoráronlo en las selvas rabiosos perros que crió, por sostener que era mejor cazador que Diana. Para que no te suceda esto, ven y coronaré de hiedra tu cabeza; alaba con nosotros al dios.
PENTEO 
No me toques siquiera; vete a celebrar tus bacanales y no me hagas partícipe de tu necedad. Castigaré a este maestro tuyo en tales delirios. Que alguno sin perder tiempo se encamine a la casa de Tiresias, en donde examina los auspicios, y fuerce las puertas y las derribe, y lo revuelva todo, y entregue las coronas a los vientos y a las borrascas, que así será grande su tormento. Recorred vosotros toda la ciudad en busca de ese afeminado extranjero, que intenta pervertir aún más a las mujeres y desunir los matrimonios; y si os apoderáis de él, traedlo aquí, atado, y que muera a pedradas, ya que ha promovido en Tebas acerbas bacanales.
TIRESIAS 
¡Oh desventurado! ¡Cómo ignoras las consecuencias de tus órdenes! Ya estás furioso, cuando hace poco eras sólo insensato. Vámonos nosotros, Cadmo, y roguemos al dios por él, a pesar de su crueldad, y por Tebas, y que nos libre de mal. Pero sígueme con tu báculo de hiedra, para que me sostengas como puedas y yo a ti. Es vergonzoso que caigan en tierra dos ancianos; pero, en fin, suceda lo que quiera. Es preciso servir a Baco, hijo de Júpiter. Ojalá que Penteo, ¡oh Cadmo!, no lleve el luto a tu palacio; y no mires esto como una profecía, sino como el efecto natural de lo que intenta; su necedad le hace decir sandeces.
EL CORO 
¡Oh santidad, diosa venerable! ¡Oh santidad, que recorres el orbe con tus alas de oro! ¿Oyes las palabras de Penteo? ¿Oyes sus impías injurias contra Bromio, hijo de Semele, entre los inmortales el primero, cuando las alegres coronas adornan los banquetes? Suyo .es guiar en las' fiestas a los coros, infundir la alegría al son de las flautas y disminuir los cuidados cuando el licor de la uva circula en la mesa de los dioses, o cuando la copa invita al sueño a los mortales en los festines en que abunda la floreciente hiedra. Fin infortunado tienen la lengua desenfrenada y la demencia que desprecia las leyes; al contrario, la vida práctica y la moderación permanecen inalterabIes y conservan las familias, pues aunque los dioses habiten lejos del éter, no descuidan las cosas humanas. La sabiduría demasiado sutil no es sabiduría, ni el ambicionar lo que no está al alcance del hombre. Breve es la vida, y el que acomete grandes empresas no goza de los bienes presentes. Inclinaciones son éstas, en mi juicio, de insensatos y necios. Que yo vaya a Chipre, isla de Venus, en donde moran los amores que difunden dulce deleite entre los mortales, hacia donde las cien bocas del Nilo, río bárbaro, fecundan la tierra sin las lluvias del cielo; que vaya a la bellísima morada de la Pieiria, colina sagrada del Olimpo. Llévame allá, Bromio; Bromio, dios que las bacantes adoran: allí están las gracias, allí el amor, allí es lícito celebrar báquicas orgías. Este dios, hijo de Júpiter, goza con los alegres banquetes y ama la paz, madre de las riquezas, diosa que alimenta a los jóvenes y distribuye por igual entre el rico y el pobre los placeres del vino, que destierran la tristeza; aborrece a quien no se cuida de sus bienes, y nos da grata vida de día y de noche. Lejos de ti el sutil ingenio y los pensamientos de los muy sabios; lo que el humilde vulgo sigue y aprueba será también mi divisa. 
 [...]
 ÁGAVE
Pero a Penteo ¿qué parte le correspondía de mi sinrazón?
CADMO
Se portó igual que vosotras, no veneraba al dios. Así, pues, os reunió a todos en el mismo desastre, a vosotras y a éste, para destruir a la familia, y a mí, que sin hijos, sin hijos varones, veo a este vástago de tu vientre, desgraciada, muerto de la manera más horrenda y cruel. En él fijaba su mirada nuestra casa... En ti, hijo mío, que eras el sostén de nuestro hogar, nacido de mi hija, y el venerable temor representabas en la ciudad, y a este viejo nadie se atrevía a ultrajarle al contemplar tu rostro. Porque habría recibido su merecido castigo. Ahora en cambio seré expulsado de mi palacio, sin honor, yo, el gran Cadmo, que la estirpe de los tebanos planté y que recolecté su hermosísima cosecha. ¡Oh el más querido de los hombres! –pues, aunque ya no existes, sin embargo te contaré entre los más queridos, hijo–, ya nunca tocarás esta barba con tu mano y me saludarás como al padre de tu madre, abrazándome, hijo, y diciendo: «¿Quién te molesta, quién te falta al respeto, anciano? ¿Quién te apena y perturba tu corazón? Dime, para que yo castigue al que te afrenta, abuelo».
Ahora yo soy un viejo miserable, tú un desdichado, lamentable es tu madre, y desdichadas sus hermanas. Si hay alguien que se crea superior a los dioses, que considere la muerte de éste, y crea en la divinidad.
CORIFEO
Sufro con tu dolor, Cadmo. Aunque tu nieto ha tenido un merecido castigo, es bien doloroso para ti.
 ÁGAVE.
¡Oh padre, ya ves cómo se ha revuelto mi destino!
(Dioniso aparece en el theologeíon, y, como dios, profetiza.)
DIONISO
...Te convertirás por metamorfosis en dragón, y tu esposa Harmonía, que recibiste de Ares, aunque eras mortal, se trocará también en animal bajo la figura de serpiente. Y junto con tu esposa guiarás una carreta de novillos, según pronostica el oráculo de Zeus, al frente de bárbaros. Muchas ciudades arrasarás con tu ejército incontable. Pero al saquear un santuario de Loxias, obtendrán a cambio un trágico retorno. Pero a ti y a Harmonía os salvará Ares y transportará tu vida a la Tierra de los Bienaventurados. Esto os digo yo que no he nacido de padre mortal, yo Dioniso, hijo de Zeus. Si hubierais sabido practicar la sensatez, cuando queríais, os habríais hecho un aliado del hijo del Zeus, y habríais sido felices.
CADMO
Dioniso, te suplicamos. Te hemos ofendido.
DIONISO
Tarde habéis aprendido; y cuando debíais, lo ignorabais.
CADMO
Lo hemos reconocido. Pero tú nos has aplastado en exceso.
DIONISO
Por haberme ofendido vosotros a mí que nací de un dios!
CADMO
No deben los dioses asemejarse en su cólera a los mortales.
DIONISO
Desde antaño mi padre Zeus lo había decidido.

Traducción de F. Baráibar y Zumárraga. Teatro Griego. E.D.A.F., Madrid, 1962.

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